Por: Mónica Liliana Castañeda Aranda
“Eran las cinco de la mañana…”, como dice la canción de Juan Luis Guerra, pero no quería “una visa para un sueño”, sino una manilla de acceso para visitar el parque temático más importante del Llano Colombiano, Tiuma Park.
Quienes vivimos en Villavicencio, hemos visto como el municipio se transforma rápidamente, dejando de ser un pueblo para convertirse en una gran ciudad. La construcción de centros comerciales imponentes, una gran oferta de fincas turísticas, hoteles y restaurantes de gran nivel, además de un importante número de lugares para el esparcimiento, la hacen atractiva para quienes buscan un sitio de descanso o incluso una plaza para inversiones. El desarrollo acelerado en el piedemonte llanero, no ha impedido que se conserve la relación con la naturaleza y que a tan solo 15 minutos del casco urbano, encontremos lugares donde se siente la inmensidad de la llanura, como el famoso Parque Temático Tiuma Park.
Mi día inició con un ‘tintico’, luego una ducha de agua fría para despertar los ánimos, la ‘pinta’ de exploradora y ¿los tenis?, habían desaparecido junto con la cachucha negra que siempre está en el cajón superior derecho de mi clóset, ¡brillaban por su ausencia!.
El desayuno de campeones para vivir la jornada se enfrió tras media hora de exhaustiva búsqueda. Estaba a punto de desfallecer y renunciar al paseo cuando revisé en el fondo del morral, donde estaba guardada una muda de ropa de cambio -“por si acaso”, y tímidamente asomaron un par de cordones blancos. ¡Aparecieron los tenis y un poco más al fondo, la cachucha negra!.
Superado el tema, desayuné a la carrera para no llegar tarde al parque y disfrutar de la expedición hasta más no poder. Tiuma Park conocido hasta hace unos años como la Hacienda Ecoturística Marsella, tiene una extensión de 160 hectáreas destinadas para atracciones turísticas y recorridos naturales.
En el parque se pueden realizar diversas actividades recreativas y culturales. Adicionalmente, se cuenta con hotel campestre (hospedaje en cabañas y zona de camping), piscina y restaurante.
Al llegar a Tiuma Park y ubicar mi vehículo en el parqueadero, lo primero que hice fue sacar una selfie en la entrada del parque y publicarla en mis redes sociales con la frase: “los envidiosos dirán que no es África, y tienen toda la razón, es una expedición a lo profundo del llano”.
Después de llegar a la taquilla y adquirir la tan anhelada manilla, la primera atracción que realicé fue la travesía en el Buggy Cerrero, un vehículo único, tipo safari, diseñado y patentado por el parque. Desde allí divisé las grandes llanuras pobladas de diferentes razas de ganado que salieron a nuestro paso, al sonido del llamado de los vaqueros que llevaban sal a los abrevaderos. Algunos metros adelante en una zona protegida del parque aprecié dantas, chigüiros, cachirres, y venados, entre otras especies de la región, junto con una gran variedad de aves. En medio del recorrido encontramos un personaje mítico, poco usual, poseedor de gran sabiduría y amor por la naturaleza “El Cabrestero”. Finalicé esta parte del recorrido, con la expectativa de seguir disfrutando del paisaje llanero.
Tras descansar unos minutos en las instalaciones principales del parque, un guía me explicó los cinco tipos de cabalgatas que podía realizar: 1) Rancho de los Parientes, 2) La Noche de los Cocuyos, 3) Recogida de Ganado, 4) Amanecer Llanero y 5) Travesía Llanera, la dos últimas tardan entre 5 y 24 horas. Escogí la primera que tenía un recorrido de una hora. En el lomo de “Coralito” un lindo caballo de color castaño claro, inicié mi cabalgata, crucé por el “Paso de la Piraña ” y varios nacederos de agua, mientras escuchaba el canto de los carraos y alcaravanes que tienen sus nidos a lo largo del trayecto. Al llegar al rancho, me bajé de “Coralito”. Allí nos esperaban decenas de micos junto con sus crías. Luego, me introduje a un bosque nativo, donde aprendí acerca de los nacederos de agua, los moriches y las especies que habitan en nuestro llano como “el matapalo”, árbol parásito que se entrelaza a otras especies, llegando hasta las copas de los árboles. Durante el regreso, sentía el viento rozar mi rostro y no pude evitar el pensar en los antiguos llaneros recorriendo las sabanas.
De la zona de espera salimos para “El Barajuste”, un espectáculo representativo de la cultura llanera, en el cual se rinde homenaje al folclor, los cantos de vaquería y el trabajo de llano. La enlazada, la maneada, la marcada y el ordeño, hacen parte de la muestra folclórica junto a una romántica historia de amor al ritmo de arpa, cuatro y maracas, donde el vaquero quiere enamorar a Sarita, la hija del patrón.
Continué la expedición en la Misión Delta, al iniciar el ascenso por la torre, y alejarme cada vez más del suelo, comenzó a subir la adrenalina, llegando al punto máximo cuando salí a la rampla para hacer el primer vuelo de canopy de 560 metros, una sensación de libertad me embargó al sentir la llanura bajo mis pies. Luego el termómetro de la adrenalina subía con cada vuelo y cada nuevo recorrido por los puentes colgantes, estaba enfrentando mi propio desafío al estilo de los grandes realities de la televisión. Al llegar de nuevo a la estancia principal del parque, había perdido el miedo a volar.
Luego salí con un guía y un grupo de turistas hacia “El Río del Cacique”, del cual cuenta la leyenda que hay un tesoro escondido en esa zona y que a lo largo de los años muchos exploradores han visitado ese lugar, encontrando que los más grandes tesoros son: la vida y la naturaleza. Para llegar al río, debimos subir por una escalera y lanzarnos por un tobogán de 40 metros. Sobre un flotador descendimos por el río disfrutando de la paz que transmite la naturaleza. ¡Una experiencia inolvidable!
Al caer la tarde y tras horas de muchas emociones rematé la jornada en “La Noche de los Cocuyos”. Llegué al rancho de Alberto y Alcira, los anfitriones que me enseñaron la historia del llanero, su esencia, raíces, cultura, canto y baile, acompañados de coplas, joropo y mucha diversión. Ya para este momento me dí cuenta que había caído la noche y que era hora de despedirme de la expedición, llevando en mi corazón las experiencias de mi tierra.