La perspectiva del cambio climático a nivel mundial no es tan alentadora. La tala de árboles es inminente ante el avance y los cambios de medios de producción, así como el consumo desaforado de dichos recursos, que han venido afectando el número de árboles a lo largo y ancho del planeta. En Colombia, entre los años 2012 y 2020, se deforestaron 1.650.000 hectáreas. Sin embargo, de acuerdo con cifras del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, en el 2021 se logró un importante avance en la reducción de la tala de árboles, en aproximadamente un 34%.
El panorama es aún más desalentador luego del informe presentado por la Fiscalía General de la Nación en el que presenta los avances de la estrategia en defensa de los recursos naturales, y en contra de las redes criminales que arrasan con los bosques y destruyen las fuentes hídricas del país. Allí se refleja que en lo que va del presente año, han sido capturadas y judicializadas 117 personas por delitos ambientales, en 48 operativos contra la deforestación, la explotación ilegal de minerales, el tráfico de fauna y el aprovechamiento ilícito de los recursos naturales. Esas capturas corresponden a hechos en los que fueron deforestadas 7.585 hectáreas, el equivalente a 8.952 canchas reglamentarias de fútbol.
Indudablemente es urgente emprender acciones para minimizar los efectos del cambio climático. Carolina Barreto Reyes, Docente de la Facultad Negocios, Gestión y Sostenibilidad del Politécnico Grancolombiano analiza las opciones: “Hay dos vías que pueden ayudarnos a detener no solo la perdida de árboles en nuestro territorio, sino también aportar a la minimización de los efectos del cambio climático: plantar árboles y reducir la deforestación. Con la entrada de la Ley 2173 del 30 de diciembre de 2021, se pretende establecer que medianas y grandes empresas deban sembrar dos árboles por cada empleado, lo que busca afianzar el compromiso social y ambiental del sector empresarial para aumentar la siembra de árboles y el mantenimiento de los bosques. Este es un buen inicio que involucra no solo al empresariado, sino a la sociedad civil, en el proceso de conservación y la promoción del compromiso de cada uno de nosotros frente a la minimización de la deforestación”.
Todos los esfuerzos para combatir el cambio climático son válidos, y si de siembra de árboles se trata, es un buen camino. Los árboles capturan el dióxido de carbono y, como una especie de medida selectiva, lo pueden transformar en glucosa que es de gran utilidad para sus células vegetales, almacenándola en sus raíces, troncos y al tiempo, emiten oxígeno. Es una depuradora en potencia, regula la temperatura, el agua y el clima. Los árboles más maduros tienen una mayor capacidad para absorber dióxido de carbono que los árboles jóvenes. Un árbol puede demorar entre 8 a 10 años para llegar a su máximo de captura, de ahí radica la importancia de no talarlos. De ahí, y dependiendo de la especie, su productividad en cuanto a captación se refiere puede ir hasta casi los 200 años.
Además, los árboles dan firmeza por medio de sus raíces al suelo, previniendo los deslizamientos. Son los organismos que más viven en el planeta, esto se puede evidenciar en los anillos de sus troncos, ya que cuantos más anillos tienen, más edad poseen. En muchas ciudades del mundo, los árboles ayudan a controlar el ruido mediante las barreras naturales. También brindan alimento, refugio para la fauna y es un gran componente de la biodiversidad.
“Sin embargo, estas son medidas de mediano y largo plazo. Siempre será importante reducir emisiones desde lo que hacemos. Los árboles nos ayudaran siempre, pero debemos también poner nuestro grano de arena. Recordemos que una cosa es proteger los bosques y que la plantación de árboles no sustituye su conservación, pero eso sí, es necesario para el mantenimiento de la vida en el planeta”, afirmó la docente Barreto.
