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martes, octubre 14, 2025
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Cacay, un clúster proyectado con responsabilidad

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El Meta se proyecta como epicentro de una revolución verde con el cultivo del Cacay.
Recientemente se logró un acuerdo con empresarios y productores agropecuarios locales para el desarrollo del clúster de Cacay de la Orinoquía con el liderazgo y acompañamiento de la compañía Arlés y un grupo de aliados estratégicos para promover un modelo de desarrollo agroindustrial, inclusivo y sostenible, con el respaldo técnico y científico necesario para aprovechar la oportunidad de mercado y la ventaja competitiva de esta materia prima, con estándares internacionales de alta calidad.

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En pleno corazón del llano colombiano, una semilla de nuestra biodiversidad, totalmente adaptada a las condiciones del entorno, comienza a germinar no solo en los suelos de la altillanura del Meta, sino en el espíritu de progreso de una región que busca construir un nuevo futuro. Se trata del Cacay (Caryodendron orinocense Karsten), un cultivo agroforestal y silvopastoril de orientación orgánica con enorme potencial social, ambiental y económico, que se consolida como una alternativa productiva estratégica para la Orinoquía, especialmente en departamentos como Meta, Casanare y Vichada.

En este panorama, la empresa Arlés, bajo el liderazgo del CEO Carlos Patiño, un carismático empresario radicado en España, se ha convertido en un actor clave al proponer una alianza para el desarrollo responsable del cultivo del Cacay en los Llanos Orientales. Para ello, ha puesto al servicio de los productores de la región todo el know how, los desarrollos técnicos y científicos, su selección genética y su propia curva de aprendizaje en el desarrollo de plantaciones, al servicio del sector empresarial, las comunidades rurales, entidades gubernamentales y de cooperación internacional.

“Lo que estamos haciendo es estructurar una alianza seria, fundamentada en una oportunidad real de mercado, con una fuerte participación del sector empresarial y del marco institucional. Ya existe una cadena formalmente reconocida por el Ministerio de Agricultura, formalizada en el departamento del Meta y eso es un paso histórico, que entre otros aspectos ha logrado abrir una línea especial de crédito Finagro para promover este cultivo”, asegura Patiño.

Una apuesta nacional con epicentro regional
Este proceso, respaldado por la Gobernación del Meta desde 2023, fijó una ambiciosa meta: alcanzar 5.000 hectáreas de siembra para 2030 y escalar hasta 50.000 hectáreas para 2040. Todo esto respaldado por un mercado global en auge de la industria dermocosmética, con tasas de crecimiento por encima del 5% anual, donde el Cacay -rico en bioactivos como la Provitamina A (Retinol), el Escualeno, Tocoferoles y Omegas- compite con productos de alta demanda como el aceite de argán, que actualmente lidera el mercado con más de 25.000 toneladas anuales de productos derivados y en donde otras fuentes como el aceite de jojoba, rosa de mosqueta, almendra y borraja se consumen a pesar de tener concentraciones muy inferiores de bioactivos comparadas con el reconocido aceite de Cacay que actualmente se promueve en los escenarios internacionales como Incosmetics París y que ha logrado que compañías como la multinacional Sesderma, haya lanzado este año una línea de cuidado facial y corporal con este ingrediente obtenido de una planta tan valiosa de nuestra biodiversidad como lo es el Cacay.

Y es que, precisamente ese mayor contenido y calidad de bioactivos del Cacay, es lo que lo hace tan atractivo para las multinacionales formuladoras de sectores como la cosmética, la dermocosmética, el cuidado capilar, la industria médica y la industria nutracéutica. Esta oportunidad internacional debe aprovecharse ahora, cuando el mundo busca alternativas sostenibles, naturales y trazables para estos segmentos del mercado relacionados con el cuidado personal y el bienestar de las personas.

Responsabilidad + eficiencia = un modelo exitoso
El modelo impulsado por Arlés no se trata solo de sembrar por sembrar. “Hablamos de un clúster cacayero, no de un fomento disperso sin control técnico. Todo debe hacerse con responsabilidad y eficiencia”, enfatiza Patiño.

 

Responsabilidad implica:
  • Uso exclusivo de material vegetal de selecciones registradas ante el ICA. “Para el caso de Arlés contamos con 20 progenies registradas, seleccionadas rigurosamente en huertos clonales, en virtud de sus características agronómicas sobresalientes, como la resistencia a plagas y enfermedades, precocidad, rendimientos y arquitectura. Esto nos permite promover un modelo de orientación orgánica, incluso certificado por firmas internacionales con cero uso de glifosato, pesticidas, fungicidas o metales pesados”, indico el CEO.
  • Producción bajo estándares internacionales como Rainforest Alliance, que evalúan el impacto social, ambiental y de trazabilidad, así como el manejo responsable de aspectos administrativos, laborales y empresariales.
  • Asegurar un acompañamiento técnico idóneo e integral desde la preparación del suelo, la siembra, el mantenimiento de cultivos, hasta la cosecha y postcosecha de las almendras para garantizar su calidad e inocuidad.
  • Promover un esquema de producción limpia, con prácticas regenerativas que aseguren el mejoramiento de los suelos, la regulación del ciclo hidrológico, la agricultura climáticamente inteligente y que beneficien a los ecosistemas llaneros con la promoción se servicios ecosistémicos.

 

Eficiencia se refiere a:
  • La ubicación equidistante y concentración estratégica de plantaciones en un clúster para facilitar acompañamiento técnico y logística de las diferentes operaciones para la siembra, mantenimiento y aprovechamiento, así como el procesamiento de almendras.
  • Disminución y optimización de costos por transporte de insumos y cosechas.
  • Facilitar el acceso y seguimiento a las inversiones de recursos financieros, con apoyo de entidades como Finagro, el Banco Agrario, la Banca privada y las agencias de cooperación internacional que promueven la estrategia de Bioeconomía del País (Swiss Contact, GIZ).
  • Este enfoque de clúster garantiza que la inversión genere desarrollo real, no solo económico sino humano y territorial.

 

Un valor agregado: bonos de carbono y responsabilidad planetaria
Uno de los aspectos más innovadores de esta apuesta por el Cacay es su capacidad de contribuir directamente a la conservación del medioambiente, no solo por el tipo de producción regenerativa y limpia que promueve, sino por su potencial para generar bonos de carbono.

Cada hectárea sembrada y manejada bajo criterios sostenibles contribuye a la captura de Co2, permitiendo que los productores se integren a esquemas de compensación ambiental reconocidos internacionalmente. Este beneficio no solo refuerza la rentabilidad del modelo productivo, sino que convierte al cultivo del Cacay en una herramienta concreta de mitigación del cambio climático.

“Cuando hablamos de sostenibilidad, no nos referimos solo a la rentabilidad económica. Hablamos también del aporte real a la reforestación de zonas degradadas, a la captura de carbono y al cumplimiento de metas globales como las del Acuerdo de París”, destaca Carlos Patiño.

Esta posibilidad de acceder a bonos de carbono certificados, sumada a la trazabilidad y limpieza de los procesos, convierte al Cacay en una opción atractiva para fondos de inversión verde, empresas que necesitan compensar su huella ambiental y mercados cada vez más exigentes en responsabilidad ecológica, pero acceder a estas oportunidades se facilita en la medida que los proyectos se encuentran nucleados en un clúster de desarrollo que comparte la filosofía y la metodología de trabajo.

 

La promesa de valor: genética, conocimiento, técnico y compra asegurada

Arlés ha definido tres promesas de valor claras para los aliados estratégicos del clúster:

  • Suministro de genética de alta calidad: 20 líneas registradas que garantizan resistencia, rendimiento y facilidad de manejo.
  • Transferencia de conocimiento y protocolos: Toda la experiencia de siembra, manejo y cosecha estará disponible para los productores.
  • Acompañamiento técnico continuo: Profesionales en campo para garantizar que el cultivo llegue a feliz término.

Y un cuarto compromiso no menor: la compra garantizada del 100% de la cosecha, siempre y cuando cumpla con los estándares de calidad que exige el mercado internacional. El precio proyectado: USD $10 por kilo de nuez deshidratada para 2030, muy por encima del promedio del mercado regional.

Una oportunidad que no puede esperar
En tiempos donde la sostenibilidad dejó de ser un discurso y se convirtió en un imperativo, la siembra de Cacay en la Orinoquía se perfila como una oportunidad histórica para transformar territorios marcados por el rezago económico, la violencia y el aislamiento.

“Nuestra propia experiencia, las exportaciones que hemos logrado, el desarrollo de un paquete tecnológico, la formación de profesionales, demuestran que el cultivo del Cacay ya no es una apuesta experimental, sino una realidad comprobada, con capacidad de responder a mercados internacionales y generar ingresos estables para pequeños y medianos productores. Más que rentabilidad, este proyecto representa dignidad rural, trabajo decente, producción limpia, y valor agregado desde el territorio, con un producto que hoy el mundo está demandando”, la verdadera paz consiste en establecer este tipo de oportunidades en los territorios, concluyó Carlos Patiño, CEO Arlés.

/Llanoalmundo

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