Por: Franklin Meneses Sáchica, Doctorante en Derecho, Docente – Investigador Universitario
En el Departamento de Cundinamarca en Colombia, se destaca unos lugares históricos, arqueológicos y antropológicos más maravillosos en el contexto del Patrimonio Cultural de la humanidad.
Hablar de Cundinamarca es hablar de indígenas, de historia precolombina, de construcciones coloniales, del legado independentista entre otras variedades muy propias y riqueza nacional.
Muy cerca a Bogotá y en las profundidades de las montañas de un municipio llamado Zipaquirá, se encuentra una maravilla arquitectónica y espiritual que ha cautivado a visitantes de todo el mundo: “La Catedral de Sal de Zipaquirá”. Esta imponente estructura subterránea combina la belleza natural de las cuevas de sal con la creatividad humana, creando un lugar de adoración único y una obra maestra de ingeniería.
La historia de la Catedral de Sal se remonta a siglos atrás, cuando los indígenas denominados “Muiscas” descubrieron y comenzaron a extraer sal de las montañas de Zipaquirá. Con el tiempo, la minería de sal se convirtió en una parte integral de la economía local y en el corazón de la identidad de la región.
En el siglo XIX, los mineros comenzaron a tallar pequeñas capillas dentro de las cuevas de sal para rezar y rendir homenaje a San Antonio de Padua, el santo patrón de los mineros. Sin embargo, fue en el siglo XX cuando el arquitecto colombiano Roswell Garavito Pearl vio el potencial de transformar estas capillas en una obra maestra arquitectónica a gran escala.
A partir de ese momento se puede decir que la construcción de la Catedral de Sal comenzó en 1950 y tomó varios años de arduo trabajo por parte de mineros, escultores y artesanos. Estos arduos trabajadores con sus propias manos e ingenio y utilizando técnicas de minería tradicionales y herramientas básicas, excavaron y esculpieron las enormes cavernas de sal, creando un laberinto subterráneo de pasillos y capillas.
La catedral original fue inaugurada en 1954 y se convirtió rápidamente en un lugar de peregrinación para fieles católicos y una atracción turística para visitantes de todo el mundo. Sin embargo, debido a preocupaciones sobre la estabilidad estructural, la catedral tuvo que ser cerrada en la década de 1990.
En 1991, se inició un ambicioso proyecto de renovación para restaurar y mejorar la Catedral de Sal. Bajo la dirección del arquitecto colombiano Jorge Enrique Castelblanco Reyes, se llevaron a cabo importantes trabajos de estabilización estructural y se implementaron medidas de seguridad para garantizar la seguridad de los visitantes.
La nueva Catedral de Sal fue inaugurada en 1995 y ha sido aclamada como una obra maestra del diseño arquitectónico contemporáneo. Con una combinación de iluminación creativa, esculturas de sal y elementos religiosos, la catedral ofrece una experiencia sensorial única que invita a la reflexión y la contemplación.
Hoy en día, la Catedral de Sal de Zipaquirá recibe a miles de visitantes cada año, quienes vienen a admirar su belleza y explorar sus pasillos subterráneos. Los visitantes pueden recorrer las diversas capillas temáticas, cada una dedicada a una figura o evento importante en la fe católica, incluyendo la última cena y la crucifixión de Jesús.
Además de su valor religioso y cultural, la catedral también ofrece una experiencia educativa sobre la historia de la minería de sal en Colombia y la importancia de este recurso natural para la región. En la actualidad ofrece un espacio a modo cinema para contemplar esa evolución hasta hoy. También cuenta con el museo Egipcio así con una variedad de pasajes en donde los artesanos ofrecen productos hechos de sal y piedras extraídas y talladas como gran recuerdo para el turista emulando las tradiciones indígenas.
La Catedral de Sal de Zipaquirá es mucho más que una iglesia subterránea; es un testimonio de la creatividad humana, la devoción religiosa y la riqueza cultural de Colombia. Su impresionante belleza y su profundo significado espiritual la convierten en un destino obligado para aquellos que buscan explorar las maravillas del mundo subterráneo y la fe católica.
La invitación es a cuidar nuestro patrimonio Cultural riqueza y legado de nuestra nación así como a la necesidad de resurgir esa identidad que nos hace sentir orgullosos de ser Colombianos respetando los valores y apreciando nuestras raíces legado propio e identidad histórica para el mundo.