El long covid o covid prolongado afecta a un poco más de la mitad de personas que se enferman, incluso si es un cuadro leve.
Por primera vez fueron analizados los efectos que tendría en el cerebro una infección leve de covid-19, es decir, que no implicó hospitalización. El hallazgo más relevante hasta ahora, publicado a inicios de este mes, tiene que ver con la reducción en el tamaño general del cerebro: entre un 0,2 % y un 2 % se adelgazaría el tejido de este órgano.
La investigación, que se llevó a cabo en Reino Unido y fue registrada en la revista Nature bajo el título SARS-CoV-2 is associated with changes in brain structure in UK Biobank, estudió las imágenes cerebrales de 785 voluntarios, tomadas a través de resonancia magnética, que habían sido evaluados tres años antes con ese mismo método de diagnóstico.
Estos análisis los hicieron cuando cerca de la mitad (401) de los participantes se había infectado (naturalmente) con SARS-CoV-2 y la otra mitad no había contraído la enfermedad. De este modo, los científicos compararon los cambios que sufrió un grupo con respecto al otro en todo lo referente a estructura y función del cerebro.
Aunque los descubrimientos son emergentes (aún son necesarios más estudios, con otras metodologías y en distintas poblaciones para tener mayores certezas), dan pistas en torno a la explicación que pueden tener síntomas que algunos pacientes asocian con el long-covid o covid prolongado: sensación de “niebla mental”, fatiga, problemas de concentración y memoria incluso meses después de haber superado la infección (ver Para saber más).
Todo cerebro pierde un poco de su volumen, de forma normal, cada año al envejecer, explica el médico César Augusto Franco Ruiz, neurólogo de la Fundación Instituto Neurológico de Colombia y coordinador del Programa de Neurología de la Universidad CES: “El adelgazamiento cerebral, en términos médicos, se denomina atrofia. Lo que ocurre es que el órgano pierde células nerviosas y conexiones entre ellas, bien sea a nivel focal (en ciertas áreas) o a nivel general (en todo el cerebro). Efectivamente el cerebro se vuelve más pequeño”.
El fenómeno normal, asociado al envejecimiento, inicia entre los 30 y los 40 años. De forma natural se pierde entre el 0,1 % y 0,3 % de volumen cerebral anualmente, continúa el neurólogo, cifra que puede variar si se tienen ciertas enfermedades o condiciones.
La atrofia cerebral es característica de enfermedades neurodegenerativas como las demencias, especialmente la de tipo Alzhéimer, y en enfermedades hereditarias asociadas a mutaciones genéticas. “También se ve en la esclerosis múltiple, después de infartos o hemorragias cerebrales, como consecuencia de traumatismos craneoencefálicos y por infecciones que pueden afectar el cerebro cómo la sífilis, el VIH, el herpes y la propia covid-19 como se está correlacionando”
De acuerdo con el estudio realizado en Reino Unido, el cerebro puede sufrir un adelgazamiento de entre el 0,2 % y el 2 %, en comparación a como estaba antes de que el individuo tuviera covid leve. La docente Sarah Hellewell, del Instituto Perron de Ciencias Neurológicas y Traslacionales (Australia), en un análisis hecho para el medio especializado The Conversation, señala que esta disminución equivaldría a entre uno y seis años de envejecimiento normal del cerebro.
La acción que puede tener el virus directamente en el sistema nervioso central ya se conocía (neurotropismo viral), apunta Carlos Enrique Trillos, médico epidemiólogo y docente de la Universidad del Rosario: “Se da por los procesos inflamatorios que genera el organismo de cada persona como respuesta a la infección y que pueden afectar los tejidos y los vasos sanguíneos, incluso en algunas personas con cuadros leves y de moderada intensidad”.
Entre las regiones cerebrales específicas que se vieron afectadas en el estudio están la circunvolución parahipocampal, relacionada con la memoria, y la corteza orbitofrontal, que es fundamental en el desempeño de los sentidos del gusto y el olfato.
Así pues, como sucede cuando se tiene alguna enfermedad neurodegenerativa, pueden presentarse problemas para recordar, comunicarse, planear, mantener la atención y ejecutar tareas.
La pérdida de volumen cerebral no suele ser reversible, precisa Franco, sin embargo, “existen procesos compensatorios de neuroplasticidad que permiten reconexiones neuronales y fundamentan la recuperación funcional parcial o total dependiendo de la severidad del caso”.
Con respecto a las consecuencias que estos cambios podrían tener a nivel colectivo, como especie, el neurólogo explica que son alteraciones que no deberían repercutir en próximas generaciones, “pues la mayoría de las causas son adquiridas”. Solo aquellas que tienen una base en los genes (como la enfermedad de Huntington o el Alzhéimer familiar) podrían ser heredadas.