En el corazón del Llano, donde la sabana se confunde con el cielo y el alma del pueblo palpita al ritmo de su música, existe un símbolo que ha resistido el paso del tiempo, las tormentas económicas y los ciclones políticos: el Aguardiente Llanero. Esta bebida, que cumple 65 años de historia, no es solo un licor. Es identidad, es resistencia, es cultura embotellada. Es la esencia de una región que se niega a rendirse.
Desde su nacimiento en enero de 1960, el Aguardiente Llanero ha sido testigo de profundas transformaciones. Primero bajo el amparo de la antigua Empresa de Licores del Meta, luego sostenido por la Unidad de Licores del Meta tras la liquidación de la anterior. Esta transición no ha sido sencilla. El panorama actual es complejo: con dificultades financieras, con mercados cerrados en otros departamentos, y con una competencia feroz de grandes marcas nacionales e internacionales que invaden sin restricciones nuestro territorio, mientras a nosotros nos niegan el mismo acceso.
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A pesar de esto, el Aguardiente Llanero persiste. Y más allá de su alta calidad -reconocida en múltiples escenarios nacionales e internacionales- su mayor fortaleza es simbólica: representa el temple del llanero. Fuerte, bravo, sin doblegarse. Así como nuestros ancestros dieron la libertad a la nación, hoy la marca símbolo del Meta lucha por no desaparecer.
Pero el reto no es solo de quienes trabajan en la Unidad de Licores del Meta -14 familias que cargan sobre sus hombros esta responsabilidad-, sino de toda una región. Necesitamos que los habitantes del Meta aprendan a valorar lo propio. Paradójicamente, muchas veces son los visitantes quienes más reconocen la calidad del Aguardiente Llanero, mientras nosotros, los dueños de esta historia, no lo defendemos como deberíamos.
Consumir Aguardiente Llanero no es solo un acto comercial. Es un acto de identidad. Cada botella vendida ayuda a sostener la salud, la educación, el deporte y la recreación del departamento. Cada trago compartido es una reafirmación de lo que somos, de lo que hemos sido y de lo que aún podemos construir.
Hoy más que nunca, este ícono regional necesita del respaldo de su gente porque no se trata solo de defender una marca, se trata de defender nuestra cultura, nuestra economía y nuestro orgullo.
El Aguardiente Llanero nos representa a todos, y por eso debemos levantar nuestras copas no solo para brindar, sino para resistir.
Que en cada sorbo esté el sabor de la tierra, el eco del arpa y el paso firme del joropo. Que el Aguardiente Llanero siga prendiendo mejor, porque nos prende el corazón.
/Llanoalmundo
