El balance de la pasada COP16, realizada en Cali, evidenció la urgencia de cambiar nuestra manera de vivir, la cual debe pasar de relajada a comprometida con el medio ambiente, lo cual implica transformar nuestras acciones para mitigar los daños que le estamos causando al planeta.
La adopción de las 5 erres -rechazar, reducir, reusar, reutilizar y reciclar- ya no es una opción, sino una oblicación, pues, es clave para evitar un colapso ambiental que, según expertos, podría ocurrir en menos de ocho años si no actuamos con rapidez. El
Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) advierte que, incluso cumpliendo los compromisos climáticos actuales, el aumento de la temperatura global podría limitarse entre 2.6 y 2.8 °C para 2030. Sin embargo, de no mejorar las políticas
vigentes, esta cifra podría alcanzar un catastrófi co 3.1 °C. Las consecuencias serían devastadoras para los ecosistemas, la economía y nuestra calidad de vida.
Los líderes mundiales están centrando sus políticas de gobierno en procesos sostenibles, a la vez que están exigiendo a sus contratistas certificaciones en sostenibilidad, que reflejen su compromiso real con la disminución de la huella de carbono. Sin embargo, esto no es suficiente. La lucha por la sostenibilidad debe involucrar a todos: gobiernos, empresas y ciudadanos.
“La Tierra es nuestra única nave espacial”. No hay otra opción, ni otro destino posible: debemos proteger nuestro hogar común. La educación debe convertirse en acción
concreta para que niños, jóvenes y adultos cambien sus hábitos y reduzcan su impacto negativo en el entorno.
El tiempo apremia, y nuestras decisiones actuales determinarán el futuro del planeta. Lo que hagamos hoy será clave para evitar el punto de no retorno y garantizar un legado sostenible para las próximas generaciones. Ya no tenemos más tiempo.