El clima extremo que vivimos hoy no es una advertencia: es la consecuencia. Inundaciones sin precedentes, olas de calor abrasadoras, incendios forestales incontrolables, sequías prolongadas y pérdida de biodiversidad ya no son predicciones lejanas. Son parte de nuestra nueva realidad en nuestro planeta. El medio ambiente nos está pasando factura por décadas -incluso siglos- de indiferencia, consumo desmedido y negligencia ambiental.
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Como especie, hemos creído erróneamente que los recursos naturales eran inagotables. Hemos talado bosques, contaminado ríos, sobreexplotado suelos, extinguido especies y llenado los mares de plásticos, como si todo ello no tuviera consecuencias. Pero la naturaleza, sabia y resiliente, también tiene un límite. Hoy lo estamos viviendo.
El cambio climático no es solo un fenómeno natural: es el resultado directo de nuestras decisiones colectivas e individuales. Y aunque las grandes industrias tienen una responsabilidad significativa, como ciudadanos también tenemos un rol crucial en este problema… y en su solución. Nuestras acciones cotidianas -o la falta de ellas- cuentan. Desde el consumo responsable y la correcta disposición de residuos, hasta la elección de medios de transporte y el apoyo a políticas ambientales.
No es momento de buscar culpables, sino de asumir responsabilidades. Ya no podemos actuar como espectadores de la crisis ambiental. Debemos ser agentes de cambio. El futuro no está escrito, pero si no modificamos nuestros hábitos y exigimos un compromiso serio con el planeta, estaremos escribiendo un capítulo trágico para las próximas generaciones.
Este es un llamado urgente a la conciencia, a la coherencia y a la acción. Cuidar el medio ambiente no es una moda, ni una tarea exclusiva de ambientalistas: es una necesidad vital para todos. El tiempo de actuar es ahora. Porque si seguimos ignorando las señales, las próximas facturas que nos pase la naturaleza podrían ser impagables.
/Llanoalmundo
