En una pequeña casa en el corazón de Villavicencio, rodeado de bocetos, esculturas, pinturas y recuerdos de décadas de creación, el arquitecto Germán Guevara desafía los límites del cuerpo con la fuerza del espíritu. A sus años y conviviendo con el parkinson, Guevara no solo sigue creando: transforma su enfermedad en arte, su dolor en belleza y su voz en un mensaje de sensibilidad y conciencia. Su obra, comparable en fuerza expresiva a los períodos más intensos de Pablo Picasso, es una muestra de cómo el arte puede convertirse en resistencia y testimonio de vida.
Lea también: «Grafiteros al Lienzo» el arte urbano se toma la galería
Graduado de la Pontificia Universidad Javeriana, con estudios también en Los Andes, Guevara rompe los estereotipos sobre los artistas formados en instituciones de élite. “No vengo de una clase alta, pero tuve el privilegio del conocimiento”, dice. Ese conocimiento no lo usó para escalar socialmente, sino para sembrar cultura en su ciudad. Fundador de la Calle del Arte y la Cultura en Villavicencio, ha promovido por años el acceso democrático al arte como herramienta de transformación social.
Un arte desde el cuerpo y el alma
A lo largo de su carrera, Germán Guevara ha trabajado como arquitecto, evaluador de proyectos urbanos, diseñador de espacios religiosos y soñador de parques infantiles. Pero su faceta más poderosa se revela en sus obras artísticas. Autorretratos elaborados en la madrugada, vestidos de gala inspirados en el Carnaval de Barranquilla, kimonos japoneses reinterpretados, esculturas conceptuales como “Ponte en mis zapatos”, donde dos simples zapatos invitan al espectador a la empatía: “Sensibilizarse es vivir con el otro, compartir experiencias para que otros no sufran lo mismo”, afirma.
Su arte no es neutro ni decorativo. Como Picasso durante su “época azul” o su periodo de guerra, Guevara canaliza emociones profundas: pérdida, memoria, dignidad, crítica social. Obras como El árbol de la vida y la muerte, donde niños vestidos de negro crecen en un árbol sin hojas, reflejan esa mezcla de nostalgia y conciencia sobre el tiempo, la muerte y la esperanza.
Arte contra el olvido y la resignación
“¿Por qué me voy a dejar dominar hoy por mi enfermedad, si casi todo en la vida fue bueno?”, se pregunta Guevara mientras repasa sus bocetos. Como Picasso en su vejez, que no dejó de pintar hasta el final, Guevara utiliza el arte para retomar lo bueno del pasado y resistir con dignidad el presente.
Su enfermedad, lejos de apagarlo, ha afinado su mirada. “Mi arte ahora es más directo, más simbólico, más necesario”, dice mientras muestra “El beso de las palomas”, una tierna escena de amor, o “Eva colombiana”, una mujer moderna dibujada con un solo trazo, cargando la manzana del conocimiento y la libertad.
Una estética de la conciencia
Para Guevara, el arte no es solo forma, es ética. “Uno debe estar a la altura de la persona y de uno mismo”, dice al reflexionar sobre cómo incluso la vestimenta expresa respeto y cultura. Su obra de diseño de modas basada en el carnaval de Barranquilla no es una celebración del folclor vacío, sino una exaltación de la historia y los aprendizajes de los pueblos.
En tiempos donde el consumismo dicta tendencias, su arte rescata la autenticidad, la memoria y el compromiso humano. Como Picasso, Guevara no teme experimentar ni confrontar, pero lo hace desde una espiritualidad profunda y una humildad desarmante. “Solamente Dios”, dice mientras señala uno de sus retratos nocturnos.
Un legado vivo
El arquitecto y artista, Germán Guevara no busca fama ni homenajes. Su galería es su casa, su musa es su historia, y su propósito es seguir sembrando belleza donde muchos solo ven limitaciones. Su vida y su obra son prueba de que el arte no es privilegio de la salud perfecta, ni de la élite académica, sino un canal abierto para quien decide transformar el sufrimiento en luz.
Con el apoyo incondicional de su esposa, quien ha sido fuerza, apoyo y esperanza para su obra, se entrega a la inspiración y trabaja en crear una marca que refleje su amor por la vida y que le permita trascender a través del tiempo, a la vez que, le ayude a solventar su día a día.
Como Picasso, Guevara demuestra que la verdadera genialidad nace no del ego, sino del alma. Y en cada trazo, cada palabra y cada diseño, nos recuerda que el arte también es un acto de fe.
/Llanoalmundo