Mire, yo lo he dicho muchas veces: el presidente que Colombia necesita no es un “mercachifle bocón” que hable bonito y no sepa de qué está hablando. Necesitamos un líder al que le quepa el país en la cabeza, alguien competitivo intelectualmente, con un bagaje de conocimiento bien sustentado, que entienda la complejidad de este régimen y sepa cómo se maneja Colombia desde adentro hacia afuera.
Gobernar no es improvisar discursos ni vender ilusiones. Es saber cómo se articula una economía en un país partido por la desigualdad social y engañado con reformas que no alcanzan ni el 50% de lo que prometen. He visto candidatos con buenas intenciones, pero sin profundidad; personas que hablan de transformar al país sin haber estudiado su historia ni comprendido su funcionamiento. Así no se construye una nación.
El presidente que Colombia necesita debe tener mentalidad empresarial, pero también visión social. Debe entender que la pobreza no se acaba con discursos, sino con oportunidades. No se trata de eliminar la diferencia entre ricos y pobres -porque eso es imposible-, sino de crear un equilibrio justo entre quien tiene el capital y quien pone su trabajo. Una sociedad repartida entre pobres no es productiva; pero una sociedad donde el empresario invierte, el obrero gana dignamente y el Estado actúa con justicia, sí puede prosperar.
Además, necesitamos un líder con mentalidad tecnológica, alguien que entienda que el futuro del país está en la ciencia y la innovación. Estados Unidos se hizo potencia cuando tomó el conocimiento científico de Alemania después de la Segunda Guerra Mundial. ¿Por qué Colombia no puede hacer algo similar?
Deberíamos crear el primer Instituto Científico Colombiano, un centro donde las mejores mentes del país produzcan tecnología para el campo, la medicina, la ganadería y la industria. Esa sería una verdadera revolución.
Si no reformamos nuestra estructura empresarial y no apostamos por la tecnología, seguiremos repitiendo los mismos fracasos. No basta con tener un presidente que prometa subsidios o aumentos temporales; necesitamos uno que piense en grande, que mire hacia el futuro con una visión global, que entienda el rumbo de las sociedades modernas.
Yo sueño con un presidente que sienta dolor de patria, que gobierne con el corazón y la mente, que respete la historia y construya sobre el conocimiento. Porque el que no entiende cómo funciona su país, no puede pretender dirigirlo.
Colombia necesita un presidente que no grite más fuerte, sino que piense más lejos.
/Llanoalmundo
