Un saludo especial a mis colegas, Primeros Ministros, Jefes de Estado, de este panel, y a los asistentes y las asistentes a este evento.
Debo decir que he asistido como invitado a las COP de París, de Varsovia, de Lima, y ahora, como Jefe Estado, hago presencia en esta COP27, con un balance que, en mi opinión, a través de estos años ya, décadas, me parece que es negativo.
El primer eje de una política que supere con eficacia la crisis climática no es otra que dejar de consumir petróleo y carbón, hidrocarburos en general.
Y el resultado hasta el momento es que cada vez consumimos más petróleo y carbón. Y, por tanto, los mecanismos de agravamiento de la crisis climática se han desencadenado, con unos costos cada vez superiores.
En lugar de planificar los procesos de descarbonización de nuestras economías, estamos es metidos en una guerra. Dedicamos el tiempo es a las guerras, guerras que se derivan precisamente del consumo del petróleo, del carbón y del gas, en este siglo.
La política de reforestación no logra suplir lo que debe ser la verdadera política para superar la crisis climática, y que no es más que dejar de consumir petróleo y carbón.
El liderazgo político del mundo ha fracasado en este empeño. Y ese fracaso se debe fundamentalmente a que para dejar de consumir petróleo y carbón en el mundo, para construir una economía descarbonizada, literalmente hay que transformar la estructura económica de todo el mundo y, de manera profunda, el liderazgo político del mundo no logra ni con la movilización de la humanidad, que es necesaria, esa transformación económica.
Esa transformación económica trae incluso nuevas relaciones sociales de producción. Y he aquí el tamaño del problema que estamos enfrentando, porque, como un cronómetro y tal como lo dice la ciencia, ese fracaso equivale a la extinción de la vida en el planeta.
Colombia es la segunda potencia mundial en biodiversidad. Junto con Brasil, con Venezuela, somos la potencia mundial de la diversidad natural.
Tenemos el 10% de las especies del mundo en nuestro territorio. La mitad de los 114 millones de hectáreas de Colombia son bosques, son selvas y, fundamentalmente, es la selva amazónica.
Si la selva amazónica se quema, sea por obra del ser humano, ahora, tratando de poseer tierras, en un sistema hacendario que es el que se generaliza en Brasil, en Colombia, en Venezuela; o se quema por efecto del mismo calentamiento global, hay un punto de no retorno.
De acuerdo a la ciencia, la selva amazónica, junto a los polos, junto a los océanos y junto a los bosques del norte de Canadá y de Siberia, son los pilares climáticos cuya destrucción provoca un punto de no retorno. Provoca un camino hacia la extinción de la vida en el planeta.
Salvar la selva amazónica no es la principal política, pero sí es sustancial como parte de una agenda de solución a la crisis climática; es una de las grandes esponjas de absorción del CO2, que se puede convertir en uno de los más grandes emisores del CO2 a la atmósfera, si se quema.
Hemos planteado a los países del mundo una propuesta. Además del esfuerzo de planificación que hay que desarrollar para dejar de consumir petróleo y carbón en el corto plazo, La agenda de reforestar el mundo aquí si cobraría, en medio de esa política, una importancia.
Salvar la selva amazónica significa vida; significa construir un fondo multilateral que sea capaz, durante 20 años, de financiar a las fuerzas sociales campesinas, agricultoras, en general personas humildes, que son hoy el agente de destrucción de la selva.
ransformarlos en una fuerza positiva que significa pagarles mensualmente servicios ambientales por cuidar y dejar crecer la selva amazónica.
Colombia va a poner en ese fondo USD200 millones todos los años, durante 20 años. Esperamos el aporte del mundo.
Hemos convencido a la República Bolivariana de Venezuela y esperamos que a la República del Brasil, que es fundamental, en su próximo nuevo Gobierno, para que hagamos un frente común con otros países del mundo para salvar la selva amazónica, es decir, uno de los cuatro pilares fundamentales del equilibrio climático y, por tanto, una de las políticas complementarias esenciales para una agenda de superación de la crisis climática.