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sábado, abril 27, 2024
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La historia del colegio comunal Albert Einstein que nació de una tragedia y hoy es ejemplo departamental

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En el proceso de construcción de los Museos comunitarios y espacios de memoria, los barrios y veredas se han abierto a la idea de contar diferentes historias de sus orígenes, desarrollo y trabajo comunitario.

Este es el caso de Astrid Londoño, la urbanización Villa del Río 1 y el colegio comunal Albert Einstein. Un ejemplo de trabajo mancomunado que hoy los posiciona como un ejemplo a seguir.

A pesar de que más de 340 de estudiantes asisten a clase en el Albert Einstein, que una cantidad similar de familias se reúnen alrededor de los eventos realizados por dicha institución educativa y que otros cientos de vecinos de la urbanización Villa del Río 1, pasan por allí a diario, son pocos los que conocen la cruda historia detrás de la fundación del único colegio comunal del departamento del Meta.

Sentada en el sofá de su casa, con nervios visibles, su voz temblorosa y manos inquietas, Astrid Londoño, esposa de Joel Antonio Quintero (Q.E.P.D) y parte fundamental en los cimientos del colegio comunal Albert Einstein, inició la narración de la durísima historia detrás de la creación de esta institución educativa.

«Nosotros sufrimos la muerte de nuestra hija Heidy Lorena, al ella tener que estudiar en otro sector (La Esperanza); tenían que ir, coger el bus y trasladarse hasta allí las dos niñas, mi hija mayor y Heidy», cuenta Astrid al hacer referencia al accidente de tránsito en el que su hija de 9 años, la menor, falleció.

«Cuando nos sucedió este hecho trágico en la vida, pues fue un golpe que no esperábamos, ¿verdad? y mi esposo empieza a concebir la idea de que en ese sector debía haber un colegio». narró.  Esta necesidad de evitar que otras personas atravesaran por una situación tan dolorosa como la sufrida por la familia Quintero Londoño, Joel inició la travesía de fundar un colegio en la urbanización Villa del Río.

«(Esto) para que los niños de aquí mismo estudiaran, que no tuvieran que buscar otros colegios fuera de esta comunidad y no tener que trasladarse. En esos tiempos era difícil hacer un acompañamiento porque todos trabajábamos y muchas familias de acá siempre hacían lo mismo, sus hijos tenían que ir a otros sectores de Villavicencio a estudiar», recordó Astrid.

Entonces, bajo la batuta de Joel, con el apoyo de vecinos dueños de ferreterías y con estudios que venían realizando desde 1995, finalmente, en 1996, inició la construcción del colegio comunal Albert Einstein.

Posteriormente, en 1997, con unos salones y su piso aún de arena, niños y niñas de la urbanización empezaron a recibir clases, dictadas por profesores que también vivían en el sector. Pero la historia de trabajo comunitario recién empezaba allí, pues, con el objetivo de seguir mejorando la infraestructura de esta institución educativa, eran comunes los bazares comunitarios para recoger fondos, además de una estrategia muy llamativa de trabajo en equipo: la Marcha del ladrillo.

«La primera Marcha del ladrillo fue la que hicieron el señor Gabriel Roa y don Víctor. Ellos donaron una cantidad de ladrillos, no recuerdo cuántos, pero los primeros que iniciaron la marcha fueron ellos. Después otras personas aportaron de a diez, cinco, bueno, lo que humanamente se podía», relató Astrid.

A lo anterior agregó: «cuando ya iniciamos el colegio en sí, que fueron como 30 estudiantes, más o menos, se hizo una Marcha del ladrillo con los padres de familia. Sentimos el gran apoyo de la gente que en ese momento nos estaba acompañando, papitos del mismo colegio, que sin importar las condiciones que sean, siempre nos apoyaban. Siempre fue con el pensamiento de que se edificara un colegio y tener en nuestra comunidad ese espacio para los mismos niños de acá del sector», explicó.

Así, con unión y trabajo mancomunado, lograron erigir lo que hoy es el único colegio comunal del Meta, uno de los pocos del país y donde, por cierto, todos los profesores son habitantes de la urbanización Villa del Río, y estudiantes residentes del sector reciben un descuento especial en sus pagos de pensión y matrícula.

Hoy, de lágrimas de dolor, a lágrimas de alegría, y de un corazón hecho trizas que apenas palpitaba, a uno que late de orgullo al ver cientos de niños y niñas asistir a clases en el colegio que ella y su esposo soñaron para Heidy Lorena, los ojos y la sonrisa de Astrid son el reflejo de la satisfacción por haber logrado tremendo impacto en su comunidad.

«Nuestra más grande felicidad, es que, debido a la muerte de la niña, pues se logró eso. Fue algo que él (Joel) empezó de la nada y se logró. (…) Cuando paso por ahí, siento nostalgia, porque no deja de amarrarse una cosa con la otra, de por qué nació el colegio. Nostalgia porque fue por la muerte de la niña y alegría porque hoy en día es una gran empresa y hay gente que vive y depende de ella. Eso es bonito», agregó.

La historia de Astrid y Joel, una de sanar a través de este proyecto de impacto y de tejido social, se conoció en el proceso de construcción de los Museos comunitarios y espacios de memoria y será contada, de propia voz, por Astrid y los vecinos y vecinas de la urbanización Villa del Río 1, una vez sea inaugurado el museo de este sector.

«Como seres humanos siempre dejamos la memoria y que los muchachos y la gente del barrio sepan la historia, es muy importante. Siempre es bueno recordar: esto nació de acá», puntualizó Astrid Londoño.

/Alcaldía de Villavicencio

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