14.2 C
New York
domingo, abril 28, 2024
spot_imgspot_imgspot_imgspot_img

Melecio Montaña Medina Un Gran Compositor, El Gato Que No Merece Ser Olvidado

- Advertisement -

Por: Franklin Meneses Sáchica – Doctorante en Derecho – Docente Universitario

Hace unos años era común salir a la plazoleta de los Centauros situada en pleno centro y corazón de Villavicencio. Allí entre agiotistas, comerciantes, ganaderos, compradores y comisionistas, se podía apreciar el movimiento constante en donde en medio del calor y la luz del sol en la mañana se reunían en torno a un buen café en el Tunjo de Oro.

Posteriormente empezaron a aparecer nuevos lugares, vinieron cambios, levantaron las baldosas, colocaron estatuas y monumentos y aún recuerdo cuando el hermano de Arnulfo Briceño apareció un fin de semana en una mini concha acústica que habían adecuado en un costado de la misma plazoleta.

Detrás de la plazoleta acostumbraban a hacerse los emboladores o mejor lustradores de botas, quienes conocían al detalle los pormenores y las noticias que circulaban en el entorno llanero. De ellos hoy quedan muy pocos.

Luego estaba el corredor de los ancianos, gente que contaba historias y luego se desplazaron al parque de la Catedral en donde al lado de un viejo árbol aún hoy se encuentran a recordar con nostalgia esos atardeceres en los que funcionaba el Teatro Maipore, en donde el Centro Comercial Marandúa era la sensación, los almacenes J. Glottman y Ley eran los lugares para comprar electrodomésticos y la Llanerita así como el Galerón o Hato Grande eran los mejores restaurantes para ir a comer mamona.

Dentro de todos estos personajes sin olvidar a muchos tantos que han marcado la historia de mi querida y bien amada ciudad, no puedo dejar de mencionar a uno cuya muerte trajo a mi mente la tristeza y el olvido en el que quedan muchos compatriotas, cantantes, compositores y gente que le aporta a la cultura y al quehacer de una región.

Melecio Montaña Medina o mejor conocido como «El Gatico», compadre de mi madre y padrino de una de mis hermanas, servicial y jovial, con quién varias veces me agradaba escuchar sus anécdotas, siempre muy respetuoso.

Le invitaba un cafecito llanero y entonces empezaba a contarme sus poemas, sus andanzas como inspector y los años en los cuales vivió en medio de la violencia motivo por el cual viajo por varias lugares en el Llano.

Melecio nació en una finca llamada Los Lirios vereda de Visinaca, ubicada en el municipio de Tauramena (Casanare). Sus relatos siempre empezaban con que era el último de seis hijos y que había quedado huérfano a muy tierna edad razón por la cuál no pudo ingresar a realizar estudios, pero se consideraba autodidacta.

A los diez años ya era músico reconocido. Le gustaba la parranda llanera y disertaba poemas y canciones de amor. Se calcula que realizo en vida más de 1.000 obras, entre pasajes, corríos, poemas, leyendas, narraciones, baladas, rancheras y merengues.

Muy servicial constantemente, le gustaba alimentar a los micos tití que bajaban de la montaña haciendo alusión a su apellido por las laderas del cerro de Cristo Rey. Hablaba con la gente y les decía que no los domesticaran que ellos eran libres hasta que el punto que una cadena de televisión realizo un documental denominado “Micosmanía”.

Como parte de su aporte a la educación, propuso una catedra denominada “Biofraternidad” como camino hacia la paz sostenible.

Melecio se consideraba un buen bandolista llanero por el temple de florentino, cuestión que no dudo porque lo ví tocar las maracas y el cuatro con notable destreza. Fue locutor, periodista e investigador del folclor en aspectos relevantes que marcaron dos obras realizadas por el mismo: “El gran amor que nunca se hizo” y “Entre el Cielo y el Llano”.

Una vez, viajo a Tunja como invitado un 7 de Agosto a homenajear la actividad y participación de los llaneros en la Batalla de Boyacá, allí fue vestido únicamente con la típica indumentaria llanera. En medio de la noche fría le ofrecieron un trago de aguardiente para calentarse y lo recibió, elevando la voz y presentando a cada uno de los intérpretes llaneros que estaban presentes. Lo invitaron a cantar y lo hizo notablemente, nos reíamos al recordar que fue tanta la emoción que al finalizar con el frío inclemente quedo sin voz. Me contaba que ningún médico se atrevió a recibirlo y es más le decían que podía haber dañado sus cuerdas vocales. Fue tanta la preocupación que compro un helado en una esquina de la ciudad de Tunja y lo consumió y al atardecer me decía que se había curado y ya podía hablar. Ese era Melecio un hombre sencillo, sin pelos en la lengua y anecdótico única y exclusivamente como son los auténticos llaneros con la pata en el suelo pero grandes de corazón.

Sentí gran tristeza al enterarme que la Pandemia de Covid 19, apagó para siempre a uno de los grandes compositores en Villavicencio que amaba la ciudad, soy testigo de ello. Pero quizás lo que más impacto me dio, fue el darme cuenta en las condiciones en que falleció: pobre, aislado, con hambre, un poco desconocido, tristemente como muchos que han dado y dan su vida por la cultura y el arte y en poco tiempo quedan en el olvido.

Ojalá las autoridades entiendan la necesidad del cuidado y preservación del Patrimonio cultural, y de estos personajes que han marcado la vida y el acontecer de muchos de nosotros con sus historias, sus leyendas y su legado, para que obtengan ese reconocimiento que merecen.

Paz en tu tumba amigo Melecio, Maestro de Maestros “al café y a los caballos” sentado en la esquina del Banco de la República tocando su cuatro y dedicando poemas a la inmensidad de la llanura y los buenos amigos.

- Advertisement -

Related Articles

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Síguenos en nuestras redes
25,166FansMe gusta
1,486SeguidoresSeguir
407SeguidoresSeguir
8,143SeguidoresSeguir
688SuscriptoresSuscribirte

Latest Articles